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24 marzo 2014

Amor y aceptación incondicional


Sólo esta pequeña introducción en la que sí empleo algo de “jerga astrológica” para presentar cómo me motivan a escribir estas reflexiones algunas vivencias bien coloreadas por la energía de los planetas en su tránsito. Aprovechando la energía de Mercurio transitando por el signo de Piscis y de Venus por el signo de Acuario, podemos trabajarnos un pasito más en el ejercicio del Amor incondicional, para nuestra vida cotidiana y profesional (lo menciono en especial para los que nos dedicamos a las terapias, asesoría, counselling). Para ello vamos a dar un paseo por los recovecos de la mente. Saturno está retrógrado en el signo de Escorpio y nos permite ir muy adentro y con intensidad en el trabajo de introspección de la psique. Si os habéis parado a reflexionar, están activos todos los signos de Agua, vinculados a las emociones: Saturno retrógrado en Escorpio, Júpiter ya Directo en Cáncer; Neptuno y Mercurio en Piscis.
El Sol ingresó recientemente en el signo de Aries y acabamos de traspasar el umbral del Equinoccio de Primavera en el Hemisferio Sur, así que seguramente muchos nos hemos planteado cómo seguir el camino, qué nueva dirección darle a nuestra vida y qué iniciativas al respecto vamos a seguir. Con paso firme, con espontaneidad, con fuerza. La energía de la primavera nos renueva y surgen recursos en nuestro interior, a imagen de la savia que asciende con fuerza.

Amar incondicionalmente nos viene resultando difícil a todos, es para cada uno de nosotros un aprendizaje continuo y hemos de poner atención a nuestras propias recriminaciones cuando en algún momento de nuestras relaciones no lo conseguimos, porque entonces los sentimientos de culpa y los auto-reproches surgen al instante, y, con ello, yo mismo dejo de ofrecerme este amor incondicional basado en la aceptación completa. Así pues, poco a poco dejo de ser yo mismo. El amor incondicional acepta incondicionalmente al otro. Pero, esta es la cuestión, la primera y más importante de donde hemos de partir: ¿me acepto a mí mismo incondicionalmente? Generalmente no han sabido educarnos para vivir esta relación con nosotros mismos de aceptación incondicional, tampoco con los demás, así que es una tarea de cada día, y es el ensayo perfecto para ir desarrollando precisamente el amor incondicional en mis relaciones con los demás.
En su libro Psicosíntesis: ser transpersonal (El nacimiento de nuestro ser real), el psicólogo humanista Roberto Assagioli menciona que: “La superación de las fases de transmutación y regeneración de la personalidad enseña a vencer la sensibilidad personal, a adquirir independencia de juicio y a mantener una conducta firme”. Tengamos pues paciencia, aceptación, dulzura y buen ánimo para ir superando cada una de estas fases, con nosotros mismos y con los demás. Vamos a ver entonces cómo podemos entender y trabajar este deseo y decisión de vivir en el Amor incondicional. El Gran Espíritu siempre nos va poner cerca, a nuestro lado, a una persona, o más de una, que precisamente, con su amor incondicional constante, van a ir ayudándonos en nuestro aprendizaje y la manifestación del mismo.

En nuestras relaciones deberíamos desarrollar paulatinamente la práctica de la “consideración positiva incondicional” de la que nos hablaba el psicólogo humanista Carl Rogers (“unconditional positive regard”). Para el que quiera profundizar más, le aconsejo este interesante artículo, que merece la pena, ya que, aunque está orientado a los terapeutas, todos podemos extraer claves prácticas de él: http://www.institutomareotis.com/articulos/Considpositivincondic.pdf.

Pero nos encontramos con que estamos condicionados por una educación que fomenta el funcionamiento dual de nuestro cerebro reptiliano: sí-no, positivo-negativo, bien-mal. Y de esta manera estamos juzgando y evaluando constantemente, tanto a nosotros mismos como a los demás, a las circunstancias, la realidad del día a día. Y lo hacemos desde nuestros miedos, que nos mantienen preparados con las defensas bien alertas; y desde el condicionamiento de nuestros complejos, nuestros traumas, con todo un material inconsciente reprimido, precisamente porque nos han juzgado y nos hemos juzgado. “El gran saco que todos arrastramos”, ensayo que aconsejo leer también, desarrollado por Robert Bly en el libro “Encuentro con la sombra, El poder oculto de la naturaleza humana”, detalla muy bien cómo vamos dedicándonos todos a ir desde pequeños llenando el “saco”, es decir, lo que va quedando reprimido en la zona de “sombra” (ver como orientación para integrar la sombra: http://www.jungba.com.ar/editorial/body_texto_editorial01.asp), el “inconsciente inferior”, según el psicólogo Roberto Assagioli (para mayor información: http://alcione.cl/?p=35).

Y así vamos por la vida y nos relacionamos y, en ocasiones, proyectamos; el otro nos hace de espejo. Pero, pero, pero… la proyección (como dice en su artículo Robert Bly, de quien he hablado más arriba) se valora negativamente. Sin embargo, nos dice que: “La analista junguiana Marie-Louise von Franz nos recuerda que: Si no podemos proyectar, tampoco podemos conectar con el mundo”. Y también dice: “El problema no radica tanto en el hecho de proyectar sino en el tiempo que permanecemos proyectando”. Voy a seguir con este tema de la proyección, sigo con Robert Bly, “entre los junguianos, decirle a alguien “estás proyectando” se ha convertido en una acusación”. ¿A que más de uno os habéis sentido así? Y entre los no junguianos, en la vida corriente, también lo podemos observar en muchas conversaciones, y con un tinte, una vez más, de desprecio, de juicio, de reproche, de no aceptación. Empuñamos o empuñan esta “acusación” como un arma, de ataque o de defensa, según les o nos convenga más.
Marie-Louise von Franz describe en una entrevista qué es esto de la proyección (http://zavalajose.blogspot.com.es/2012/05/normal-0-21-marie-louise-von-franz.html):
“Es una palabra que los freudianos también utilizan. Para ellos la proyección, es que yo veo en el otro alguna cosa mía que yo he reprimido a causa de un conflicto neurótico.
Mientras que para Jung todo está proyectado de nuestra alma, normalmente, incluso si no hay represión. Todo lo que aparece en nuestra psique, y que nosotros no reconocemos, o no reconocemos aún, nos aparece afuera. Él dice que solo podemos hablar de proyección cuando ha llegado el momento de retirarla. Hay ciertos síntomas. Las personas se vuelven inestables, fanáticas, exageran, tienen afectos y emociones exageradas. Entonces hay que preguntarse: ¿por qué el señor tal o cual me irrita más que de costumbre? No me cae bien, pero yo no tengo necesidad de alterarme de esa manera. Si yo me altero demasiado, y no hay ninguna razón para estar tan furioso, entonces es  una proyección; eso que me exaspera de él está en mí, es algo mío que yo veo en él. Se intenta retirarla tras una reflexión (…), que es una cualidad que tengo en mí mismo; entonces, el señor tal, objetivamente, se vuelve bastante normal.”
“No vemos al mundo tal cual es sino tal cual somos. Somos portadores de todo aquello que especialmente nos indigna y molesta de los demás.” (http://psicoanality.blogspot.com.es/2012/08/proyeccion-marie-louise-von-franz.html).



Es difícil que encontremos personas que, en los momentos en que proyectamos, nos ayuden a encontrar nuestra “sombra”, incluso las sutilezas de nuestras sombras. Voy más allá, a desenmascararla con paciencia y cariño, para ir pasando ese material a la conciencia. Tal vez en terapia, tal vez con algunos terapeutas alcanzamos a experimentar este gozo de ser acompañados para “soltar” algo que está en nosotros y que nos está causando dolor. Estos momentos son un regalo divino y permiten que efectuemos cambios. Pero no siempre, o casi nunca, ocurre así, y somos nosotros mismos los que hemos de hacer un trabajo de investigación a fondo acerca de aquello que estamos proyectando, o nos dicen que proyectamos, y que hemos relegado a la sombra. Porque no queda claro del todo, menos aún cuando hay emociones alteradas, ya que la claridad y el discernimiento se pierden. Pero con tiempo y con calma, pidiendo ayuda a nuestros guías, podemos ir sumergiéndonos a fondo, ir tirando del “hilo de Ariadna” para salir del laberinto de nuestras mentes y alcanzar la paz y la libertad.




Así volvemos al tema que nos ocupa, el Amor incondicional, porque encontrarme con mi “sombra”, con el material reprimido, ya sea a través de estas “proyecciones” me va a permitir -¡es un don entonces!- liberarme y obtener mayor autonomía y control sobre mi propia psique, comportamiento, mi vida. Acepto mi sombra y lo que he reprimido durante años y años, mis traumas, mis miedos, mis complejos. Todo este material lo voy liberando y transmutando para alcanzar estados de mayor plenitud y bienestar interior. Esto me permite nuevas pautas y actitudes en la vida cotidiana. Así también puedo establecer relaciones mucho más sanas y que me aportan y enriquecen en la alegría, la fuerza, la serenidad y el amor.

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