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17 abril 2013

Tiempo para sanar: Anorexia


El planeta Venus entró en el signo de Tauro y siendo este signo uno de los signos del zodiaco más vinculados al apetito, al placer que proporciona el buen comer y la vida sedentaria y perezosa (¡sin que por ello los nativos de este signo se vean ahora acusados todos ellos de ser así!)me invita a sumergirme en el problema que, sin embargo, supone para algunas personas precisamente la alimentación y la comida en relación a su energía venusina, a la proyección en el mundo de su energía venusina en cuanto necesidad de ser aceptados, amados y, por tanto, resultar complacientes y obedientes a las modas, corrientes y estereotipos propuestos por diseñadores y diseñadoras de moda.

En su afán por conquistar y por seducir el arquetipo de  Venus en algunos jóvenes se convierte en sádico, castigador, castrador, autoridad que conduce a la exclavitud, a la renuncia, a la desconexión con las propias necesidades, con los propios valores e ideales. El problema es que la anorexia suele empezar a edades tempranas, en la pubertad y en la adolescencia, cuando la personalidad no está formada y se encuentra por ello muy permeable a las opiniones externas sin haberse formado interiormente aún el propio código de ideales por el que regir la existencia.
La desconexión con las necesidades de alimentación y cuidado del propio cuerpo para servir tan sólo de marioneta a dirigentes del mundo de la moda es un problema profundo y de graves consecuencias.

Precisamente la energía de Venus, tanto de Libra como de Tauro, es la búsqueda de placer, de belleza, de armonía, de autocomplacencia. Pero es terrible responder a las expectativas de los demás antes de haberse fundamentado en el interior lo que de verdad a uno le agrada, le gratifica, le complace, le motiva en la existencia. Tal vez falta en estas personalidades la fuerza de una rebeldía contra los tiranos de la imagen ideal de belleza, fuerza que se orienta hacia la propia autodestrucción en un afán por renunciar a la búsqueda personal de belleza, armonía y equilibrio que satisfagan las propias expectativas, no las expectativas de otras personas, en este caso además, adultas.

Si alguien puede despertar nuestra inteligencia corriente ese es Urano, el supramental, el genio, el arquetipo que nos puede sintonizar con la verdad que nos conduce a la libertad interior.
Y si alguien puede estar implicado en la anorexia seguramente sea Neptuno, un arquetipo que puede subyugarnos a los deseos de los demás, es ese sentirse hipnotizado y programado para atender las respuestas y expectativas de otras personas, huyendo, siempre hay una connotación de escapismo, de los propios complejos, de inferioridad, de culpa, de miedo, de abandono, de impotencia y entrando en una dinámica constante de autocastigo e inmolación, no para satisfacer unas leyes o reglas impuestas en un grupo religioso, en este caso son las reglas y normas de un grupo social que desea alcanzar el poder, Plutón, para controlar los parámetros que definen la belleza, la moda y lo que debe ser un cuerpo perfecto en su apariencia para desfilar en la pasarela de la vida cotidiana. Neptuno es un arquetipo que puede traer en su expresión negativa precisamente el velo de la ilusión, la mentira, la fantasía que nos confunde y, que por tanto, puede conseguir lo más preciado, el propio poder personal.

Evidentemente llega un momento en que hay que afrontar la realidad y madurar. Cuando Saturno está a punto de completar su primera vuelta del ciclo, hacia los 28 o 30 años, nos confronta precisamente con los límites y suele emplear la frustración, el pesimismo e incluso la depresión para que paremos y nos ocupemos de la realidad, empezando por la del propio cuerpo físico. Acaso seamos nosotros mismos los que estamos utilizando esta energía castradora de Saturno. Llega el momento en que es realmente importante convertirse en el propio padre y madre del niño interior. Es necesario afrontar las carencias de la infancia y las imperfecciones de los padres y de la familia en la que hemos nacido, es necesario afrontar las dependencias a las que nos hemos sometido.


La fuerza está ahí, es la hora, es el momento, el Universo está dispuesto a darnos todo lo necesario, la Vida está a nuestra disposición para que podamos experimentarla en toda su plenitud.
Podemos elegir y romper el vínculo que mantenemos con hábitos destructivos, no porque nos censuren por ello, ya sea por comer en exceso -bulimia (Júpiter)- como por rechazar el alimento- anorexia. Va más allá de la censura, de la crítica, de la reprobación, es cuestión de tomar en nuestras manos nuestro destino y nuestra vida y decidir buscar, encontrar un sentido a nuestra existencia y la valía que nos caracteriza para cumplir nuestro cometido aquí y ahora, por qué decidimos venir a este planeta. Las respuestas te esperan.
La transformación es posible.


A pesar de la soledad y del dolor esta crisis puede impulsarnos hacia estados nuevos de bienestar, a esta edad estamos a punto de finalizar un recorrido que nos ha confrontado a las consecuencias de nuestro karma anterior, nos confronta a todo aquello que dejamos sin arreglar, que dejamos sin solucionar, es el tiempo de los encuentros con personas con quienes no cerramos bien la relación, y es la oportunidad de liberarnos de todo ello, hacernos más conscientes de nuestra fuerza y de nuestro saber.

La anorexia es compleja pero quiero resaltar ese aspecto intrínseco que hay en ella, una personalidad debilitada que se deja llevar, un sentimiento interno de búsqueda y exigencia de perfección, reacciones y respuesta excesivamente radicales (todo o nada), necesidad de amor y de afecto enormes, dificultad para expresar amor y afecto, problemas en las relaciones, porque es necesario llamar a las cosas por su nombre para poder trabajar con ellas, es necesario encender la luz interior para aceptar y ponernos manos a la obra con aquello que hemos de remodelar. Es el momento tal vez de asumir los sentimientos de abandono, de soledad, la falta de amor, los rechazos que hayamos podido experimentar, en esta vida o en otras. Es el momento ideal para empezar a realizar un trabajo de autoconomiento y desarrollar la propia autoestima, es el momento de aprender a amarnos, a respetarnos, a valorarnos, a afianzarnos en nuestro potencial, todos los valores profundos y esenciales que traemos para desarrollar múltiples dones y talentos, por nosotros mismos, para nuestro propio crecimiento y desarrollo, y, por supuesto, para servir a la sociedad y contribuir a crear un mundo de amor, de belleza, de armonía y de perfección, según los ideales y valores esenciales, lo que de verdad importa como seres humanos.

Estudiar mucho, tener un cuerpo perfecto según la imposición de modas y diseños, conseguir muchos títulos y medallas, todo este trabajo por crear una imagen externa adaptada a las exigencia de la tiranía de una sociedad banal y efímera no harán más que producir interiormente insatisfacción y tristeza, amargura y mal humor. Pero siempre, siempre, se puede salir de esta prisión interior y siempre, siempre, habrá alguien cerca que nos ayude a lograrlo, que favorezca la activación de nuestra propia voluntad y poder personal, nunca estamos solos. El Universo está atento a cualquier plegaria y grito que solicite salir de la rueda de dolor, del encierro  y del infierno en el que nos hayamos ido nosotros mismos dejando engullir debido a decisiones inadecuadas, ya sea la primera “dejarnos llevar”, omitir precisamente el uso de nuestra capacidad de afirmación.

Aquellos que padecen problemas y desajustes en los hábitos alimentarios tienen posiblemente gran capacidad de amor, que han de aprender a sublimar, que han de aprender a canalizar, a expresar para alcanzar la comunión, no la fusión que nos conduce a la dependencia y a la propia anulación, son espíritus idealistas que han de aprender en la práctica del día a día a colaborar para realizar poco a poco pequeñas, o grandes, obras que contribuyan precisamente al bienestar de la sociedad, de la humanidad.

Podemos sublimar nuestras elevadas energías internas cuando chocan y contrastan con los valores de una sociedad inmadura que tiende a vivir de una manera superficial, enfocada en lo exterior, en la lucha, el conflicto, las apariencias. En torno a los 28 años está en nuestras manos empezar a trabajar más que nunca en la reestructuración de nuestro yo profundo. Es el momento para una sanación intensa porque llegamos a un final de ciclo que nos muestra la puerta de un camino que se abre por delante diferente, nuevo, en el que somos cocreadores de nuestra realidad. Es el momento idóneo para trabajar y afrontar cualquier parte oscura de nuestra personalidad, de integrarla. Siempre, siempre aparecerán los recursos, las personas y los medios para favorecer nuestras iniciativas. Tan sólo es cuestión de darnos tiempo, de confiar, de perseverar y seguir siempre con la mirada puesta en nuestros objetivos elevados. Hemos de elegir para enfocar nuestras energías, elegir la paz interior, un estado de bienestar y serenidad que se alimenta de un centro de luz y fuerza emanado constantemente del Espíritu.

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